viernes, 11 de septiembre de 2009

La degradación de la Ciencia Económica.

Me he topado con el libro "La Economía no existe" de Antonio Baños Boncompain. Me ha parecido ameno y revelador sobre cómo los paradigmas erróneos de la Economía mainstream (es decir, la neoclásica y keynesiana) han logrado dejar a la ciencia económica hecha unos zorros a los ojos de la gente.

Como dice Huerta de Soto rescatando la frase inicial de "La acción humana", la Economía es la más joven de todas las ciencias, porque tenía el encargo más difícil de todas. Esta recién llegada en el panorama de las ciencias ha sufrido mucho por parte de la mayoría de sus estudiosos que no han sabido percibir las particularidades inherentes a una disciplina tan peculiar. Entre las tendencias más dañinas ha estado la de asimilar la Economía con las Ciencias Físicas. Esto suponía reducir el estudio de las relaciones catalácticas y derivadas a esquemas, gráficas, fórmulas y leyes estáticas que nunca representaban el dinamismo inherente al orden social. Significaba también que el éxito de la Economía radicaba en su capacidad para establecer leyes infrangibles que permitieran realizar predicciones y reducir la infinita casuística de las relaciones sociales a ejemplos paradigmáticos aislables y reproducibles como los experimentos que en un laboratorio pueden llevar a cabo los estudiosos de las Ciencias Físicas.

Evidentemente, de esa visión sólo puede surgir el fracaso. El libro demuestra el hartazgo que la gente no versada en Economía suele tener de las explicaciones siempre a posteriori que realizan los supuestos expertos.
¿Por qué no avisó usted de que se estaba fraguando esto antes de que ocurriera?
¿Cómo quiere que nos fiemos de usted cuando nos explica lo ocurrido ayer cuando antes de ayer decía otra cosa sobre lo que iba a suceder?
Al calor de la crisis, estas preguntas sostienen la afirmación central del libro: que la economía es básicamente, una monserga.




Esta tesis surge de la previa: la de considerar la Economía como una disciplina similar a una ciencia física. Al demostrarse que la Economía falla (o mejor dicho, los economistas mainstream fallan) a la hora de predecir los acontecimientos económicos, cabe afirmar que la Economía "no es una ciencia" (al menos bajo esa concepción) y que por tanto, no existe.

Si redujéramos la Biología a supersticiones como la tesis de la generación espontánea, el creacionismo, la herencia por las generaciones posteriores de los caracteres adquiridos por las generaciones anteriores y mentiras similares, la Biología quedaría sustancialmente dañada y denigrada como Ciencia en cuanto se contrastaran esas tesis erróneas con la realidad. De igual modo, la asunción acrítica y sumisa de los instrumentos neoclásicos y de las tesis keynesianas denigran la Ciencia Económica sin remisión. Del contraste entre "la monserga" dominante y la realidad observable, surge la falta de credibilidad en torno a una disciplina tan vital como la Economía.

Obviamente, aquí es donde tenemos que poner pie en pared e indicar que no todas las corrientes de pensamiento económico dicen lo mismo. Decir bien claro que la Escuela Austríaca de pensamiento económico conoce e investiga las peculiaridades de la ciencia económica como ciencia social inserta en una rama aún más amplia que investiga la acción humana (la praxeología) y que los argumentos de esta escuela ya mostraron la génesis de distintas crisis antes de que se produjeran (Mises, con el crash de 1929) y explican de manera consistente y aún no rebatida distintas crisis acaecidas en el seno del capitalismo (al respecto, muy recomendables los vídeos de "Las siete crisis capitales" en la web AUSTROLIBERALES), incluida la crisis actual.

Al igual que las Ciencias Físicas han ido avanzando desechando hipótesis erróneas, es de esperar que la Economía haga lo propio y mediante el procedimiento de prueba y error y la falsación (en la medida en la que las tesis económicas pueden ser falsadas mediante la observación de la realidad y no orquestando ominosos experimentos sociales que suelen causar graves e inabarcables sufrimientos) pueda avanzar hacia una serie de verdades autoevidentes y cuyo mero intento de negación supone la confirmación (como el argumento misiano de la acción humana).
Si bien existe un poderoso impedimento que en muchas otras ciencias no se ha dado o no ha sido tan sólido: al poder le interesa la perpetuación de paradigmas económicos erróneos sencillamente porque justifican un mayor grado de intervención social y de acumulación de más poder. Es éste y no otro el verdadero enemigo del liberalismo en general y del austroliberalismo en particular. Una lucha compleja y que siendo sinceros, es obvio que los liberales llevamos perdiendo durante mucho tiempo. Una lucha de erosión del poder estatal donde minarquistas y ancaps, a pesar de lo que nos separa, podríamos hacer una cuña común hasta un punto determinado del camino en el que fuera imprescindible una separación.

La culpa de que la gente vea en la Economía un cuento o una mentira, no es de la Economía, sino de las tesis erróneas que dominan la misma. La mentira siempre esclaviza. La verdad, libera.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La corrupción antiliberal del concepto de clase media.

Hogaño, la clase media es el grupo social más numeroso en las sociedades occidentales. Pero repasando la Historia comprobamos que el surgimiento de las clases medias es muy reciente. No es hasta la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII cuando puede entreverse la aparición de esta como un reducto en principio minoritario de una sociedad estratificada y estática, donde las posibilidades de modificar el estatus con el que se nacía (sobre todo “al alza”), eran mínimas. Generalmente, sólo eventos como la adopción, el matrimonio o cuestiones más improbables como una herencia generosa por parte de un no familiar (algo especialmente complicado en el Derecho Continental, donde la discrecionalidad del causante al redactar el testamento está muy limitada) podrían hacer que una persona “escalara” en el estrato social.

Siguiendo las tesis de Max Weber, desde un punto de vista económico, podemos considerar clases medias a aquellas que no poseen suficiente capital como para vivir del interés creado por este (lo que normalmente llamamos, “vivir de las rentas”). Así pues, estos individuos deben gestionar directamente ese capital para procurar su incremento o al menos su pervivencia. La gestión de ese capital suele suponer actividad empresarial. La adquisición mediante el trabajo de un capital que asegure un nivel determinado de vida, supone la actividad de trabajador por cuenta ajena, asalariado. Hoy día y gracias al capitalismo y al desarrollo tecnológico y científico, un humilde asalariado puede tener un nivel de vida claramente superior al de un aristócrata de hace unas décadas.

El surgimiento de las clases medias es paralelo al del capitalismo y al desarrollo del libre-mercado. Estos caminos fuertemente unidos conllevan la visión de que una erosión del mercado libre supone una erosión del desarrollo del nivel de vida de las clases medias. A priori, la afirmación puede parecer excesivamente intuitiva, pero hay muchos indicios que refuerzan el aserto.

La división del trabajo con su consiguiente especialización e incremento de los mercados, la abolición de fronteras comerciales, la multiplicación de la competencia, la ampliación del número de asalariados y el mecanismo capitalista de los precios de mercado, produjeron que muchos individuos que apenas subsistían con salarios menesterosos lograran para sí y los suyos un nivel de vida que a priori no hubieran ni imaginado. La multiplicación de los bienes en circulación, el crecimiento exponencial de los intercambios comerciales y el surgimiento de especialidades laborales cada vez más específicas, fomentaron que numerosas personas dieran el salto de asalariados a comerciantes y de comerciantes a empresarios. La extensión del mercado ofrece más posibilidades y alternativas para que las personas emprendedoras o con cualidades específicas, puedan ofrecer servicios o bienes cada vez más especializados, obteniendo grandes primas de beneficios cuando son pioneros en ofrecer productos nuevos al mercado.

La extensión y el reconocimiento del derecho de propiedad es uno de los grandes motores que permite el surgimiento y consolidación de una clase media que puede erigirse en el verdadero y principal impulso económico de la sociedad, y así reclamar una parcela de influencia que erosione la concentración del poder en pocas manos (nobleza, clero, aristocracia, terratenientes). Por tanto, cualquier ataque contra el derecho de propiedad debe ser temido por las clases medias. El derecho de propiedad es un fabuloso seguro a favor de los que menos tienen (que precisamente por eso no pueden permitirse que se les expropie lo poco que tienen), no tanto a favor de los que más. Desgraciadamente, el socialismo ha logrado convencer a muchos exactamente de lo contrario.

Inherente al desarrollo de la clase media es el carácter emprendedor, la visión positiva del éxito empresarial (no la condena por egoísmo que cierto pobrismo católico -heredado por el socialismo- ha hecho y que ha degenerado en convertir al ciudadano que logra éxito con su esfuerzo en un sospechoso de avaricia e insolidaridad), y el legítimo ánimo de lucro como motor de una sociedad cohesionada en torno a valores sedimentados por la evolución social y no en torno a leyes mudables que plasman las ocurrencias de políticos caprichosos.

Desgraciadamente, hoy en día gran parte de la clase media ha abandonado la visión de sí misma como un ente de luchadores y la ha sustituido por una visión de un ente subsidiado que no busca soluciones a sus problemas, sino que implora soluciones al Estado. Soluciones siempre cortoplacistas que aunque puedan beneficiar a un grupo específico, lo hacen a costa de perjudicar al resto. Los subsidios del PER, son el ejemplo paradigmático. También las numerosas prejubilaciones masivas que se conceden con manga ancha. Las leyes de discriminación positiva o la vulneración del principio de igualdad en leyes penales con la excusa de luchar contra la violencia mal llamada “de género” suponen parches. Parches que se cree que benefician a grupos concretos (aunque luego se vea que no siempre) pero que erosionan la visión de la sociedad como un organismo interconectado por mecanismos sutiles y complejos que el planificador central no alcanza a intuir y menos a comprender. El planificador irrumpe en esos mecanismos sutiles desgarrando los contrapesos y posibilidades autocorrectoras de la sociedad.

Cuando leemos programas electorales o propuestas de gobierno de unos y otros partidos o vemos debates políticos, comprobamos hasta qué punto nuestra sociedad ha perdido capacidad de emprender. La mayoría de la gente mira al político pidiéndole que le arreglen sus problemas. No le piden que deje de estorbarles para que podamos arreglárnoslos nosotros. Como niños pequeños ante un padre omnipotente, como si el Estado hubiera sucedido al concepto de Dios, se le pide (apenas disfrazada la súplica de exigencia democrática) al Gobierno que nos haga nuestro trabajo. Los políticos, esos tahúres feriantes que maximizan su beneficio cuando logran confundirlo con el del país que corrompen, toman nota y de ahí que las propuestas estrella de las elecciones o debates sean siempre los subsidios, las ayudas, las leyes asistenciales, las subidas de las pensiones, el engrose del gasto público en tal o cual área o la ayuda descarada a tal o cual grupo de presión (al final la lista de grupos es tan amplia que logran engañar a la gente pensando que les van a beneficiar especialmente a cada uno de ellos ocultando que en realidad perjudican a todos). El funesto “Plan E”, los 400 euros, los subsidios al alquiler, la prestación adicional a parados de larga duración, las subvenciones a promotores y constructores, los rescates infames a los bancos, el PER, las subvenciones al cine español… Todo fomenta que el ciudadano no quiera solucionar sus asuntos, sino pertenecer a un grupo beneficiado por el poder y abandonarse placenteramente a que le solucionen la vida a costa de los demás. Pero la trampa es que cuando se promete lo mismo a todos, en realidad sólo se puede cumplir la promesa a unos pocos (a los de siempre, los amigotes del poderoso) a costa de perjudicar a todos los engañados.

Pero nadie podrá decir que no nos lo merecemos. Será la consecuencia inevitable de olvidar de dónde surgió la clase media: del libre mercado, de la abolición de los límites al comercio, del fomento de los intercambios económicos a todos los niveles y del carácter emprendedor de aquellos que querían ser dueños de su presente y de su futuro, y no esperar a la dádiva mentirosa y contraproducente de otros que no generan riqueza, sino que expolian y administran caprichosamente la que generamos los demás.

El socialismo ha logrado corromper el concepto de clase media, convirtiéndola en una clase subsidiada y que espera inerme la subvención perenne como una droga insensibilizadora. De romper con esta visión socialista y recuperar la iniciativa y ser dueños de nuestro destino, depende el tipo de sociedad que construyamos.

Nosotros decidimos. Aún estamos a tiempo.

Articulo inicialmente publicado en las webs CLASES MEDIAS ARAGÓN y EL LIBREPENSADOR.